Bran
Hoy, 14 de Noviembre, es quizá la fecha más triste que recuerdo en mi vida: hace un año nos dejó Bran, nuestro hijo perruno. Yo le llamaba «mi nene» porque así lo sentía, era mi bebé. Estuvo con nosotros solo dos años y medio y su marcha inesperada nos dejó vacíos y sin fuerzas. Durante unas semanas estábamos convencidos de que no queríamos volver a sufrir algo parecido y nos prometimos que jamás adoptaríamos a otro perro, nos juramos que nuestro corazón no tendría que soportar partirse en mil pedazos de nuevo.
Sin embargo, poco a poco fuimos comprendiendo una gran verdad y era que el mayor regalo que puedes hacerle a otro ser es amarlo, cuidarlo y darle una oportunidad. Un día de Navidad mi pareja vio unas fotos en internet de una protectora, en ese álbum estaba Titán, con sus grandes ojos mirando desde el asiento de atrás de un coche. Se enamoró y yo me resistía a ver esa foto porque sabía que en cuanto le viera le iba a querer, y no me podía permitir amar de nuevo. Pero lo hice.
Titán
Titán vivía en una perrera, pasaba frio, estaba muy delgado y tenía heridas de mordiscos de otros perros. Fue el último de los cachorros de una camada que no se vendió y a los cuatro meses le mandaron allí. Hoy su vida es muy distinta: disfruta de los juegos con otros perros, de correr por la pradera, del calor de un radiador al lado de una cama blandita, del amor de sus papis adoptivos… Titán conoce lo que es un hogar y una familia que le adora.
¿Qué habría sido lo fácil? No arriesgarse, no amar, al fin y al cabo si no se ama nunca se puede resultar herido. Pero este sentimiento es uno de los más egoístas que pueden albergarse, le niegas el cariño a otro ser. Si nosotros hubiéramos actuado así hoy Titán seguiría en la perrera o quizás le habrían sacrificado por ser un pitbull. Y os aseguro que el mundo habría perdido un trozo de dulzura y bondad.
Mi reflexión de hoy es en parte un homenaje pero sobre todo es un consejo: amad, arriesgad y dad una oportunidad porque es el acto más altruista que puede hacerse.